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jueves, 6 de junio de 2013

Let the rain come down on me

Hoy ha llegado puntual el relevo del turno de noche.
He notado las primeras gotas en cuanto he salido por la puerta del hospital.
Era chispeo, suaves, inofensivas, así que he comenzado a caminar.
En poco tiempo la lluvia había aumentado de intensidad, y en un gesto automático, me he puesto la capucha, me he encogido de hombros.

Tras treinta minutos caminando el agua seguía cayendo, mansa pero constante.
Ya no había duda: me iba a empapar.
Mi zapatilla izquierda había empezado a cua-cuarear,
y la capucha empezaba a pesar.

La calle estaba vacía y oscura. Sólo yo peleaba contra la lluvia.
Así que he decidido dejar de luchar, y he relajado los hombros.
Me he quitado la capucha y he notado como el agua se filtraba entre los mechones de mi pelo recogido.
En dos minutos mi coleta estaba erizada como la cola de una ardilla, así que la he soltado.
Se me ha escapado una sonrisa al pensar en mi rimmel alicecooperiano.

El agua sonaba colándose por las alcantarillas, y una llamada amiga en mi móvil.
¿Dónde estás? Paso a buscarte.
No puedo mojarme más. Y sólo estoy a diez minutos de casa ya, he respondido.
Desde un coche parado, una señora de mediana edad me ha observado con cara de madre preocupada mientras pasaba a su lado.

En un instante, todo era silencio. Excepto las gotas contra el asfalto.

Y después de cenar y secarme, he decidido contarlo aquí.
Porque para mí esto es un rincón donde compartir pensamientos.

Y es que hoy he encontrado la paz en la lluvia.


4 comentarios:

  1. Precioso, como siempre :) Aunque sabiendo lo que te gusta mojarte seguro que te has sentido como quien gana a un monstruo interior XDDDD

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    1. Efectivamente. El momento en el que relajé los hombros fue así :)

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